lunes, 2 de mayo de 2011

La sabiduría


Dicen que el tiempo y el paso de los años otorgan la sapiencia de “haberlas vivido a todas”. Estas jóvenes en cuestión odiaban las frases típicas: “yoyalapase”,“enmiépocaesascosasnopasaban”, “cuandovosfuiste,yofuiyvinedosveces”… Y muchas otras de ese estilo que tranquilamente podrían entregarse en fascículos coleccionables, cual libro de Doña Petrona o las 100 recetas prácticas con huevo de Choly Berreteaga (paraserunagranamadecasa).

Eugenia se había autoconvencido tantos años de que un noviazgo eterno era la fórmula de la felicidad, que cuando ello se desmoronó sus deseos de vivir también. Se resistía a concebir una nueva forma de construir caminos y, por ende, terminaba derrapando en la misma carretera y saltando sobre el mismo pozo. Martina últimamente se había encargado de recordarle cuántas lágrimas había derramado y cuán fatalista veía su vida unos pocos meses antes: hoy se permitía darse una nueva oportunidad y todas sus planificaciones absurdas (plazos para permitirse volver a ser feliz) se rendían a los pies de su sonrisa.
El tiempo y su voluntad forzada por salir adelante le enseñaron a replantearse la cotidianidad y ello le otorgaba gran sabiduría. Algo similar le ocurría con respecto a las relaciones que con su amiga Martina observaban desde afuera: Eugenia porque después de tantos años se sabía de memoria las 10 tips para darte cuenta cuando tipo te va a dejar, y Martina por ser la eterna dejada-dejadora. Veían peregrinar una por una las relaciones de sus seres cercanos hacia la irremediable ruptura y absortas ante sus pronósticos cumplidos, comenzaban a replantearse sus profesiones (siempre es un buen “curro” convencer a la gente de que uno sabe del amor = fracasadas).

Natalia y Romina habían aprendido también del tiempo: ambas gozaban de una cualidad inmensa, la paciencia. Cuando los resultados no siempre son los esperados la desesperación apremia, más aun cuando las expectativas de quienes las rodean se vuelven epidérmicas. Experimentar la desazón pero aprender de ella y relajarse con el paso de los años es un privilegio que las dos se permitían dar. Ellas tenían en claro que no hay nada suficientemente fatal en la vida facultativa.  

Reflexión de cierre: ¿Es realmente la sabiduría una virtud de UNA MUJER EN FORMACIÓN? Exquisita como el sabor de la experiencia, la sabiduría por si misma es inalcanzable e inacabable, siempre se está en formación, siempre se está aprendiendo. La paciencia y la predisposición revisten de una importancia suprema, ya que palpar en el paso de los años algo más que arrugas y marcas en la piel es necesario y satisfactorio. A la mujer siempre se la coloca en el orden de lo pasional, el raciocinio es exclusivo de los hombres (basta conocer minimamente El Banquete de Platón y encontrar allí “la clave” de una homosexualidad autoinducida); pero para sorpresa de muchos, ellas también están capacitadas para optimizar las experiencias vividas y renovarlas en forma de melodía que alimentan el alma. Si tuviera que pensar en capturar un momento cúlmine para comprender en sonidos lo que la sabiduría despierta en la mujer seguramente invitaría a escuchar o leer Vida de Charles Chaplin, pero más aún recomendaría comenzar a oir nuestro propio interior y la voz que nos susurra suavemente desde un lugar que no es físico, ni material, que los ojos no pueden ver, ni la razón comprender… la fe.     

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