martes, 27 de diciembre de 2011

La inocencia

Si hay algo que vuelve inocente a una mujer en formación, ello es todo lo que la retrotrae a su infancia. Más o menos feliz, los primeros esbozos de su personalidad ocurren en ese momento histórico del que nunca nadie se puede –ni debe- despegar.

Estas mujeres y amigas atravesaron mutuamente sus vidas. Natalia e Inés compartieron la escuela primaria con recurrencia de Romina y Eugenia, partes de otro curso. Todas tenían que ver con todas y, de algún modo, fue en las paredes de esas aulas donde comenzaron a delimitar un presente de amistad. 

Sabrina y Martina se hicieron amigas a fines de sexto grado cuando la segunda llegó de un lugar lejano para instalarse en la ciudad. Mientras que Carolina irrumpió en sus vidas en el primer año del secundario. Por causalidades que serían imposibles de explicar todas terminaron en el mismo espacio áulico durante seis años del nivel medio.

Pensar en muñecas, en cumpleaños, en canciones, en bailes, en primeros besos, primeras salidas… es toda una vida compartida… Y si bien hacer balance a veces no es tan positivo, conservar momentos en la memoria y evaluarlos con el paso del tiempo es maravilloso cuando se trata de ellas.

Crecieron juntas, se animaron a vivir la vida de cada una… de todas. Nada de lo que pueda contar de ellas podría ir separado de la realidad de todas… en fin, se complementan…

Reflexión de cierre: ¿Es realmente la inocencia definida por la infancia un recuerdo de UNA MUJER EN FORMACIÓN? Si de recuerdos se trata la inocencia aúna todo lo que se puede retener en la memoria. Inocente no es la mujer que no hace o se reprime, sino aquella que de todo lo vivido pudo aprender, obtener una conclusión –positiva o negativa- ya que se atrevió a pensarse. La infancia delinea la vida de toda persona; las experiencias más ricas de seguro son las más borrosas en la memoria justamente porque por su antigüedad casi no logramos recordarlas. Pero es ese resabio que queda dando vueltas lo que hace mella lo dado para transformar el devenir de una mujer. Ello la hace sentir viva y en proceso…

domingo, 4 de diciembre de 2011

La apariencia

Si hay algo que desnuda a una mujer en formación, ello es justamente la vestimenta que alimenta su apariencia. Como una cuestión concomitante, la ropa define muchos rasgos de una mujer y estos son los que definen (limitados por el mercado) qué ropa elegirá usar.

Estas amigas se vieron influenciadas por las imposiciones de la moda. Desde pequeñas había ciertas tendencias que seguir –además del gusto atrofiado de alguna madre-. Inés y Eugenia compartían y competían para ver cuál tenía la chulita más al costado y tirante. De más está decir que la que tuviese lentes y aparatos –ortodoncias- era la más copada. 
En la adolescencia fueron privilegias con la figura que portaban y todo les quedaba bello. Inés era más atrevida y usaba los jeans tiro extra bajo con “bandó” que sólo le cubrían sus lolas. Eugenia, en tanto, era la típica niña mimada que estrenaba conjunto para cada cumpleaños de quince; siempre impecable, excepto por el semejante delineado que se hacía en los ojos.

Carolina tuvo y tiene un estilo personal que se amolda a su cuerpo chiquito pero tallado a la perfección. Se le ha llegado a consultar ¿dónde consigue talles SS (SuperSmall) de jeans? A medida que avanzaba en edad facultativa desarrollaba una estética cuidadosamente establecida, principalmente en lo referido a sus uñas y tacos.

Romina fue la que más mutó con el paso del tiempo, pese a que siempre conservó su personalidad en todo lo que portara: hasta camina como modelo. Pasó de los pantalones cargo y remeras de varón a tapados largos hasta los pies –imitando al grupo Ráfaga-, para depositarse en la figura de la que impone la moda en el grupo de estas mujeres en formación. Está en todos los detalles y cada vez que se reunan habrá algo para alabarle.

Natalia siempre fue muy delicada, sobre todo se reflejaba en el criterio para la elección de los colores de la ropa: pasteles, cremita. Tuvo algunos deslices que le costaron años de encarnación de un pantalón rojo o un jean que se compró tres veces consecutivas porque le gustaba el calce. Hubo un período oscuro como las remeras y el delineado de sus ojos: allí se autoflagelaba con algún piercing. También fue la más osada en cuanto a los daños  que recurrentemente provocaba a su cabello –tan liso y sedoso, ideal para publicidad de shampoo o crema de enjuague-.    

Martina acostumbraba a querer llamar la atención. Pasó por diferentes épocas, pero en general recaía en el color negro. Su fetiche es el verde y hoy se atreve a los estampados que tanto la desvelan. Si hubo algo que la “distinguió” eso fue su brazalete de “Saynomore”.

Reflexión de cierre: ¿Es realmente la apariencia por medio de los cambios de vestimenta a lo largo de los años un recuerdo de UNA MUJER EN FORMACIÓN? La ropa define un estilo del que generalmente cada mujer se apropia. Cuando pequeñas todas creen poder imponer una moda, pero en realidad caen en la trampa de una sociedad prefabricada para el consumo repulsivo e impulsivo, cuyo termómetro regulador de la temperatura –fiebre desmedida- es la vestimenta y accesorios. Una de las mayores perdiciones de toda mujer en formación  es todo lo que implique ropa, calzado, accesorios, bla, bla, bla… la desvela y puede llegar a determinar su humor -¿Quién no se encerró en su habitación a llorar o enojó porque no tenía nada para ponerse con un ropero que rebalsaba?-. Por último, es una cuestión puramente femenina: las mujeres se lookean pensando en las demás mujeres. Quien depositará verdaderamente un rosario de criticas, envidias o halagos será una par, porque sólo entre nosotras nos perdemos en detalles (condición innata de las damas y que pretendemos que los hombres posean).

sábado, 19 de noviembre de 2011

La melodía

Si hay algo que toda mujer en formación conserva en su memoria, eso son las canciones que musicalizaron distintos momentos de su vida.

Desde el sonido dulce del mar en las primeras vacaciones a upa de los padres, hasta las que marcaron tendencias de generaciones completas, ellas se vuelven un “ayuda memoria” para retrotraerse a distintas ocasiones especiales.

Inés era el típico caso de cuasi adolescente fanática. Las primeras experiencias con hombres, generalmente en las mujeres, comienzan con amores platónicos. Ella pasó por Enrique Iglesias y luego cruzó el océano depositándose en los Backstreet Boys. Algo similar les ocurrió a Natalia y Romina con Ricky Martin –pobres! Si en aquel momento hubiesen sospechado que les serviría más de amiga consejera que para darles el primer beso-. Más tarde llegaría Ricardo Arjona; definitivamente algo tenían con los Ricardos melódicos.
Si hoy se rescatarán agendas de los primeros años de secundaria de ellas no podría uno asombrarse con un “Rickito Martin te amo” o “Nick sos el amor de mi vida”.

Sabrina, no experimentó amor platónico por alguien del otro sexo, si no que se dedicó a las “raíces de nuestro pueblo” y más bien buscó una par con la cual identificarse, así llegó Soledad a su vida –quehastahoylaacompaña-.

Martina pasó por todos los gustos y adora la música, podía y puede pasarse horas encerrada en su habitación escuchando sus temas preferidos. Siempre lindando con los extremos, primero fue fanática de los Five (pero se cansó muy rápido de la boyband), luego tuvo varios años de seguimiento incondicional a Bon Jovi –llegó a llorar frente a la tv, mirando un videoclip-, mientras degustaba el rock nacional, que fue donde decidió quedarse para ya no trasladarse, más que emocionarse con el rock inglés. Charly García musicalizó muchos de sus momentos importantes y designó todo un estilo de vida –Say no more-.

Reflexión de cierre: ¿Es realmente la melodía de las canciones un recuerdo de UNA MUJER EN FORMACIÓN? Es un recuerdo por excelencia, ya que con un poco de oído y memoria, se vuelven un apuntador de momentos importantes. Repensar situaciones de la vida puede llevar a una mujer en formación a descubrir que en su mayoría están musicalizadas (las coreografías de Las tres Marías, Chiquititas; los bailes brasileños de los cumpleaños de quince; las canciones que eran hits en las vacaciones; etc) o, a la inversa, recordar canciones la lleva a perderse en un recuerdo. 
No es necesario tener demasiada memoria auditiva, sólo una pequeña cuota de percepción y sensibilidad para capturar todo aquello que las delimita en el presente. Y, al fin, como dice una de mis canciones preferidas: “…quiero esconderme en tu memoria…”

miércoles, 2 de noviembre de 2011

La enseñanza

Si hay algo que condiciona a una mujer en formación es su pasado. En  eso, la escuela es una de las instituciones donde emprende el trayecto de crecer.

A estas mujeres en formación el azar les jugó una gran pasada: cayeron todas en el mismo espacio áulico en primer año del secundario. Y es que, más allá de los procesos cognitivos, lo que realmente les dejó la escuela para toda la vida fue un grupo de amigas.

Carolina provenía de otro colegio y tardó varios años –a costas de otros cuasi grupos de amigas- en integrarse plenamente. Por su carácter era muy apreciada por todos, en ese momento, no tenía maldad… el tiempo la hizo desarrollar un ímpetu respetable.

Eugenia pasó gran parte de su vida en una caja de cristal –en bobolandía- con unas compañeras que se distinguían por peleas constantes por pantalones (envezdepolleras), celos, envidia y falsedad… aunque hay que reconocerles que nadie manejaba los pasos coreográficos en las fiestas de quince como ellas. Siempre había tenido un lazo particular con Martina que la arrastró y hasta llegó a darle de comer en la boca –literalmente-.

Natalia e Inés contaban con la ventaja de haber sido amigas y compañeras desde muy pequeñitas. Eran benditas entre todo un curso de varones y otros especímenes –según su imaginario: ellas les encontraban “materia fecal” a sus compañeras en las mochilas, cuando en realidad eran medialunas podridas-. Constituían un par bastante peculiar y siempre era preferible tenerlas de amigas. 

Romina iba al curso con Eugenia y eran “las de la mañana” junto a Natalia e Inés; mientras que Sabrina y Martina se conocieron en el último año de la primaria cuando Martina llegó de un lugar lejano. Sabrina fue siempre la niña diez que tenía el respeto de todos y exitosa en los deportes; muy compinche con Vanina que luego se fue mudando por varias ciudades hasta casi perder contacto.

Martina padeció bastante la integración a la nueva escuela. Venía de otra realidad –probablemente más inocente y conservadora- y adaptarse, en una etapa tan cruel para los niños, le costó varios gritos. Logró hacerse respetar por su carácter fuerte, pero le resultaba difícil reaccionar al paso del tiempo: de golpe tuvo que reaccionar de que ya no estaba jugando en el árbol del parque de su amada ciudad de origen y que ahora la “moda” eran los asaltos/mattine de varones y mujeres juntos a la noche.

Por lo demás, la escuela era lo de menos… llegaron a disfrutar del último periodo fértil de la institución antes de su debacle. Un grupo docente envidiable que se encontraba en los momentos finales de su carrera y que les daría todo el amor y cansancio de tantos años de academia. La última sorpresa grata se la llevarían años después cuando ganaron las elecciones para ser centro de estudiantes…

Reflexión de cierre: ¿Es realmente la enseñanza de la escuela un recuerdo de UNA MUJER EN FORMACIÓN? La escuela es un espacio de contención y aglomeración, de depósito de conocimientos en los cerebros de los alumnos… pero más aun, un lugar de construcción simbólicas de la amistad. Uno de los primeros sitios donde una mujer en formación debe toparse con gente si o si y aprender a compartir, a deslindar responsabilidades, a luchar por lo que realmente se quiere –típicas discusiones de púber-. Ellas lograron algo que muy pocos grupos consiguen: sobrevivir al paso del tiempo y a la contención del espacio –escuela- para forjar un grupo de amigos tangible y entrañable acompañadas siempre de sus hombres –compañerosamigos- de toda la vida.

domingo, 23 de octubre de 2011

La caída

Si hay algo de lo que no se puede huir es de experimentar la vergüenza pública de una caída (como de los cuernos, según un dicho popular).Inevitablemente, se atraviesa por un momento en el que las mejillas se sonrojan y el calor comienza a elevarse cual olla a presión. Acto seguido: el derrape.

Cuando niñascuasiteens generalmente se transita un período de metamorfosis donde prima la deformidad y a ello se suman nuevos objetos –que durante la infancia eran el centro de atención-: los tacos. Romina era una experta en caídas, cada boliche lleva su piedra angular, o mejor dicho la de alguna parte de su cuerpo, especialmente las rodillas. Un defecto que logró controlar, medianamente, con los años…
Durante sus primeras salidas incursionó por varios centros de reuniones nocturnas de su ciudad y, por ende, conoció en detalle sus escaleras –con escalones filosos-, baldosas, azulejos, vidrios, bla,bla,bla… Cuando no, también, perdía dinero: ¿a quién se le podría ocurrir colocar billetes en una bota/zapato que le queda grande o que tiene el taco a medio quebrar por su hermana mayor?

Martina también padeció derrapes, pero en el colegio. Tenía un compañero, Manuel, que se caracterizaba por querer llamar la atención y chocaban bastante a menudo, tan literal que un día intentando probar un juego le quebró la rodilla a Martina y estuvo en edad de merecer su primer yeso a lo largo de toda su pierna. En cuestiones de quebraduras, Eugenia también se distinguía; sólo a ella pudo ocurrirle semejante derrape: jugando con Juana* intentó pegarle una patada y se quebró los dedos de uno de sus pies.

Carolina no derrapaba por su propia cuenta, pero si por su compañía. Tenía de “amigacompañeradebanco” a una top model*2 cuyas caídas –se supone- debe haber padecido de pequeña y en el hemisferio norte, porque su capacidad de raciocinio dejaba mucho que desear.  

Reflexión de cierre: ¿Es realmente la caída que representa al derrape un recuerdo de UNA MUJER EN FORMACIÓN? Más que un recuerdo es objeto de atención permanente. Nadie está exento de los tropiezos, pero es real que hay un momento culmine en la vida de toda mujer: la pubertad/adolescencia. Intentando reconocer su propio cuerpo, que crece más rápido que su capacidad de aceptación a los cambios, pierde la orientación espacial y muchas veces el resultado es una caída pública. Pero no habría que otorgarle tanta importancia, excepto que se trate de un derrape emocional, porque de ahí no hay retorno. Esa frase hecha “nohayquearrepentirsedenada” es una seguidilla de falacias, cómo no arrepentirse del tipo que besaste a los quince y estaba ebrio -o vos ebria-, con mal aliento, o que te hizo quedar con la sensación de “¿estoeraelprimerbeso?”. ¡Nada de superación naif! Hay equivocaciones de las que no se vuelve; otra cuestión será los aprendizajes que ello deja. “¡Basta de cuasi mujeres con discursos de superadas!” La mejor forma de superarse y convertirse en una mujer en formación auténtica es aceptar las caídas, los errores, las vergüenzas públicas –y privadas-, en fin… los derrapes, y asumirlos, pero no para demostrarse fuerte (¿a quién tenés que demostrarle algo?). Relajarse y asistir al crecimiento, tal vez sea la mejor receta.   



*Personaje de poca trascendencia para esta historia, aunque se inmiscuyó en varios momentos de la vida de estas mujeres, algo así como una cuasi amiga que hoy les huye en los boliches.   
*2ibidem.

domingo, 25 de septiembre de 2011

La perspectiva

Si algo delinea el futuro de una niña son las experiencias de sus vínculos más cercanos. Todo lo que consume en sus primeros años de vida la envuelven en una nube de “lo real” que la persigue o la llena de honores, si se concreta ese ideal.

Algunas veces están talladas a mano por sus padres, otras son ellas mismas las que necesitan volverse a imagen y semejanza de ellos, o de algún referente. La infancia es la etapa de las idealizaciones y sentirse realizada, en ese momento histórico, tal vez sólo signifique robarle los tacos a mamá para calzar en su femeneidad.

Sabrina fue víctima de su propio dibujo. Una marca de medicamentos para niños solía lanzar concursos cuya propuesta era dibujar quéqueréssercuandoseasgrande y muchos caímos en esa trampa. Ella dibujó una profesión que tenía en mente con seis o siete años; esa expresión artística la persiguió hasta hace poco tiempo, colgada en la puerta de su habitación.
Pero sí hubo algo en lo que siempre se destacó fue en los deportes y se desempeñaba como líder de todos los equipos que conformaba. Además, era bien rápida para los números –nadaescasualenestavida-. Y el mismo juego de habilidades con los números practicaba Natalia; sobresalía por su inteligencia y agilidad con las matemáticas, y sus tardes pasaban entre negocios que ella improvisaba, de los que era la contadora, la propietaria y cajera.

Romina se dedicaba al arte: pintaba y tocaba la guitarra. Si bien no construyó su futuro en base a ello, si le despertó una sensibilidad especial que se tradujo en la capacidad para tratar con las personas. Inés también estudió guitarra durante muchísimos años y aunque no le fue muy útil también le ayudó a crear criterios estéticos y aplicarlos a madera balsa, pegamentos, cartón, etc.

Carolina y Eugenia no demostraban un perfil muy definido durante su infancia, pero ambas contaban con algo particular, esencial para su profesión: el carácter. Con un temple admirable, son capaces de encenderse ante el más pequeño resto de fuego, por lo que será imposible que las pasen por encima en una profesión de la que los hombres creen haberse adueñado.

Martina experimentó dos situaciones reveladoras: cuando a los ocho años leyó “Reportajes supersónicos” –descubrió su pasión por la lectura y comenzó a concebirse como reportera de guerra- y cuando eligieron su poema para ser leído en el acto de finalización de la primaria –esa fue la afirmación de uno de sus deseos de autorealización más grandes: la escritura-.

Reflexión de cierre: ¿Es realmente la perspectiva hacia una profesión un recuerdo de UNA MUJER EN FORMACIÓN? Rememorar todos los deseos cuando niñas, le permite a la mujer hacer una autoevaluación. Anhelar un futuro es maravilloso y la hace sentir viva.
Pero hay un detalle: no todas las mujeres tienen la necesidad o posibilidad de concebirse profesionales o trabajadoras; aunque de lo que no podrán huir es del estigma social –aun en plena posmodernidad- de ser amas de casa. Un cuasi mandato para toda mujer que se jacte de tal; y es que más allá de las horas que trabajes fuera, de las obligaciones que tengas y de los niños que decidas criar, siempre habrá una escoba y una plancha esperándote.   
Más allá de todas estas cuestiones, tener la posibilidad –realidad bastante occidental- de pensarse a si misma desempeñando un rol preponderante en la sociedad, le da a la mujer un aire de libertad que refresca su imaginación.
  

viernes, 16 de septiembre de 2011

La lealtad

Si hay un algo material a lo que toda mujer le tuvo, le tiene y le tendrá lealtad es a las muñecas. Rubias, de ojos celestes y delgadas; castañas; bebotes…  hombres y mujeres plásticos. Criaturitas a las que había proteger por el simple hecho de que estaban prefabricadas para vendernos una realidad.

¿Pero qué es realmente lo material o lo objetivado: la muñeca o la infancia? Construidas para construir un ideal de mujer en la mente de todas las pequeñas, a decir verdad también constituían un momento de diversión donde se dejaba volar la imaginación. Depositarias de todos los deseos de una niña o niño, ellas permitían vivir la vida adulta de un modo inocente. 

Martina nunca fue muy devota de las “Barbie”, prefería emplear su propio cuerpo para realizarse como cocinera -en el arenero de su patio- o periodista –con la radio y un grabador-. Si tuvo un sueño frustrado fue no haber recibido nunca la “Juliana Periodista”, mientras tanto se contentaba imitando en la vereda de su casa a “Las tres marías” –siempre quería ser María Eugenia- o “Chiquititas” –ella, por una especie de acuerdo implícito entre los vecinitos de la cuadra, era “Pato”-…

Inés no tenía muchas “Barbie”, pero jugaba con las de Natalia y podían pasar toda una tarde inventando historias de amor con sus compañeritos de la primaria. El “ken” era un personaje fundamental y probablemente respondiera al nombre Franco, es que tenían demasiado en común. También disfrutaban de patinar con los roller por la rampa del garaje de Natalia y hacerle la vida imposible a Juana*.

Eugenia era la típica hija de ensueños con la colita al costado y enteritos de todos los colores, era la niña mimada de la familia. De allí que tuviera todos los juguetes que deseara… su femeneidad iba en directa proporción con la decoración de su habitación –que en la actualidad conserva: flores, corazones…- y era tan angelical que sus “Barbie” no besaban a un “Ken” que ya hubiera besado a otra. Se parecía bastante a Romina que era tan impecable que nunca jugó con barro y casi no tiene recuerdos de su infancia.

Reflexión de cierre: ¿Es realmente la lealtad a las muñecas un recuerdo de UNA MUJER EN FORMACIÓN? Creadas con el fin de prestarle a la mujer su existencia para volverla adulta,  por unos instantes, las muñecas representan todo aquello que ella deseaba ser. Probablemente a imagen de su madre, abuela, o algún personaje de  televisión, ellas tenían el poder suficiente para ser grandes y exclusivas: una especie de mujer a la carta.
El resultado es esa inmensa lealtad a las tardes completas creando ficciones tan reales, tan puras. Y es que hasta cuando se trataba de bebotes demandaban  cuidado; justamente por esa cuota de personificación que les faltaba se volvían indefensas y protegerlas a ellas era, en parte, desarrollar un instinto maternal y, a la vez, un deseo de autorealización. Mentadas para darle a esa mujer en formación una vida, ellas no sólo merecen respeto y lealtad, si no también una mirada crítica para comprender cuál es el estereotipo industrial que se le quiere imponer desde pequeñas.


*Personaje de poca trascendencia para esta historia, aunque se inmiscuyó en varios momentos de la vida de estas mujeres, algo así como una cuasi amiga que hoy les huye en los boliches.

lunes, 23 de mayo de 2011

La plenitud


Una causa y una consecuencia… la fusión exacta si con la alquimia pudiera encontrar la fórmula de la felicidad. Esencia que desborda y contagia, que aglutina pasiones, deseos, todo aquello que se encuentra tan profundo y, a la vez, tan expuesto. La mujer en su plenitud. Estas amigas, sin notarlo y por mucho más que cuestiones coyunturales, se hallaban en un momento pleno.

Natalia vivía la plenitud a través del aire libre. Había aprendido a reconciliarse con sus propios pasos y salía a recorrer el camino de la vida, pese a todas las adversidades. Curiosamente, la plenitud hoy la representaba como una tía maravillosa rodeada de niñas que se volvieron el complemento exacto de otras épocas tristes de la familia.

Inés transitaba los tramos finales de una carrera que requirió de ella mucho sacrificio. Hoy se sentía plena al mirar hacia atrás y planificar un bello futuro con la persona que desde hacia casi una década la acompañaba.

Sabrina estaba atravesando un momento de mucha luz. Es que cuando tuvo las fuerzas suficientes para desplegar las alas de su imaginación, logró concebirse a si misma. En estos momentos se encuentra, valga la redundancia intencional, reencontrándose con su yo interno y con la voz de sus deseos postergados. Además, se anima a ser feliz de la mano de un hombre que le resulta incondicional. 

Carolina comenzaba a manifestar todos los años de conocimientos adquiridos. Tras una larga espera, y algunas decepciones, empezaba a hallar su rol profesional, ese único eslabón pendiente en la cadena de felicidad que desde hacia varios años venía construyendo. Rompía sus rutinas de estudio y noviazgo, pero tomaba el riesgo para descubrirse.

Romina se percibía a sí misma en un proceso de reflexión y aceptación. Nunca se quejó mucho de su vida, prefería más esforzarse por conseguir lo que se proponía. Con una carrera en marcha, un familiar muy querido a unos cuántos kilómetros y una relación que le demandaba la típica frase hecha “creeroreventar”, se anima a enfrentarse a sus miedos con la templanza del pensamiento que la caracterizaba.

Eugenia estaba revolucionando sus propios esquemas. Desbordada completamente por lo real de la cotidianidad, comenzaba a rozar la felicidad. Dejaba de lado las recetas para el amor y se decidía nuevamente a arriesgar: ¿Qué podía haber peor que un hombre? Otro hombre. Deshaciéndose de sus idealizaciones, se permitía encontrar su brillo interior, ese que daba tanto sentido a la vida de quienes la rodeaban. En lo demás, Eugenia ya era una señorita profesional con todas las letras y un título en puerta. 

Martina estaba un poco más alejada de la plenitud. Inmiscuida en sus decepciones, había perdido el sentido de la vida. O al menos de la vida que había mentado para si: a su rol profesional no lo hallaba y comenzaba a replantearse tantos preconceptos; su vida de ama de casa la ahogaba, al igual que el modelo de mujer que se negó a desear; se sentía en un pozo profundo del que no podía salir y que, justamente, la hacia sentirse vacía. Pero algo la animaba a esbozar la felicidad: varias personas que la acompañaban, especialmente un ser que le devolvía la sonrisa y se transformaba en su complemento. Tenía todo lo que a que ella le faltaba, sobre todo tranquilidad y "desacelere". Martina lo admiraba y adoraba observarlo, aprender de su experiencia de vida.   

Reflexión de cierre: ¿Es realmente la plenitud una virtud de UNA MUJER EN FORMACIÓN? La mujer como ser es plenitud. Ella es un eterno “estar siendo” en este mundo hostil que la pone a prueba a diario. Los desafíos la hacen crecer y es tan inmensa como indescriptible. Quien diga que conoce a las mujeres, miente. El misterio las envuelve y desvela a muchos. Tan llena que estalla en aprendizaje. Si pudiera emplear un significado para la plenitud, probablemente diría que es ese trayecto cotidiano a la felicidad, todo lo que hallamos y construimos sin darnos cuenta mientras tratamos de vencer represiones y alcanzar nuestros deseos.

lunes, 9 de mayo de 2011

La belleza

Si una mujer pudiera definirse en una sola palabra probablemente elegiría la belleza. Cuán plena es, cuán ELLA…
Su luz, aura, brillo ilumina un mundo materialista y egoísta. Es imposible no caer a los pies de la sonrisa de una enamorada, la gracia de una recién recibida, el temple de una anciana, la grandiosidad de una embarazada… y es que la belleza es mucho más que un rostro bonito, un buen cuerpo o todos aquellos parámetros artificiales que en la actualidad se intentan imponer.

Cada una de estas mujeres tenía algo que las volvía bellas. Exteriormente preciosas, con facciones delicadas y un modo de andar y vestir propio de la ciudad de donde provenían. Pero lo más exquisito que poseían era su belleza interna: cada una aposentada sobre su realidad, tan personal y compartida, es que eran tan amigas que inmiscuirse en sus micrositios era un placer y necesidad. El tamaño exacto si la inmensidad se pudiera dimensionar, me dan vida.

Carolina la simpatía, caía bien a todos y jamás se conoció alguien que no la soportara; querida y respetada, poseía una inocencia que de ningún modo la volvía débil.
Inés la espontaneidad, era tan acelerada que a veces inhibía. Todo debe pasar por sus manos, pero es muy solidaria. Sin ningún filtro, ella es lo que muestra con una sinceridad brutal, es la que siempre dice lo que siente en el momento que pasa por su cabeza.
Natalia la sonrisa; más que una virtud, un mecanismo de defensa, ella sonríe por todo y nada es lo suficientemente serio. Siempre tiene una humorada prefabricada y contagia alegría. Es la primera en estar en situaciones complejas y la más escurridiza a la vez.
Sabrina la dedicación; por momentos obstinada, reniega con el mundo y con su propio mundo. Emprende todo en la vida con un empeño que es digno de admiración. Es capaz de sacrificar cualquier cosa por lograr lo que quiere y como ella lo quiere.
Romina el acompañamiento; la que siempre está. Enorme, porque tiene la fuerza y capacidad de oír y aconsejar. Se planta frente a cualquier realidad y presenta su punto de vista, simplemente porque sabe lo que quiere. Eso la vuelve muy respetable.
Eugenia la defensa; luchadora nata, la vida la había enfrentado a muchas situaciones límite que la hicieron dar batalla al dolor físico de un accidente y al interno por chocar de frente con la realidad. Decidida sólo cuando algo requiere su importancia, ella estaba aprendiendo a no tomarse nada como tan tremendo.
Martina aun no había descubierto su belleza y dudaba de poseerla. Si tuviera que plantarse honestamente frente a ella misma, seguramente pensaría en la incondicionalidad. Vivía por y para los demás; nada en su vida era suficientemente imprescindible como el amor que sentía por quienes la rodeaban. Detestaba las personas absorbentes, pero ella dedicaba sus días a intentar hacerle bien a quien estuviera a su alrededor.  

Reflexión de cierre: ¿Es realmente la belleza una virtud de UNA MUJER EN FORMACIÓN? La virtud más subjetiva, la belleza envuelve todo el misterio y seducción que una mujer puede desarrollar. Tan emparentada con la seguridad en si misma, no hay algo más bello que una mujer en su plenitud. Y es que es digno de admiración observarla dar pasos firmes por el camino de la vida sin importarle lo que digan los demás. Cuántas veces se las trata de feas, de gordas, petizas, narigonas, esqueléticas, bla, bla, bla. Conformar y complacer al resto es imposible y agotador; quererse a una misma debería ser una opción de vida.

lunes, 2 de mayo de 2011

La sabiduría


Dicen que el tiempo y el paso de los años otorgan la sapiencia de “haberlas vivido a todas”. Estas jóvenes en cuestión odiaban las frases típicas: “yoyalapase”,“enmiépocaesascosasnopasaban”, “cuandovosfuiste,yofuiyvinedosveces”… Y muchas otras de ese estilo que tranquilamente podrían entregarse en fascículos coleccionables, cual libro de Doña Petrona o las 100 recetas prácticas con huevo de Choly Berreteaga (paraserunagranamadecasa).

Eugenia se había autoconvencido tantos años de que un noviazgo eterno era la fórmula de la felicidad, que cuando ello se desmoronó sus deseos de vivir también. Se resistía a concebir una nueva forma de construir caminos y, por ende, terminaba derrapando en la misma carretera y saltando sobre el mismo pozo. Martina últimamente se había encargado de recordarle cuántas lágrimas había derramado y cuán fatalista veía su vida unos pocos meses antes: hoy se permitía darse una nueva oportunidad y todas sus planificaciones absurdas (plazos para permitirse volver a ser feliz) se rendían a los pies de su sonrisa.
El tiempo y su voluntad forzada por salir adelante le enseñaron a replantearse la cotidianidad y ello le otorgaba gran sabiduría. Algo similar le ocurría con respecto a las relaciones que con su amiga Martina observaban desde afuera: Eugenia porque después de tantos años se sabía de memoria las 10 tips para darte cuenta cuando tipo te va a dejar, y Martina por ser la eterna dejada-dejadora. Veían peregrinar una por una las relaciones de sus seres cercanos hacia la irremediable ruptura y absortas ante sus pronósticos cumplidos, comenzaban a replantearse sus profesiones (siempre es un buen “curro” convencer a la gente de que uno sabe del amor = fracasadas).

Natalia y Romina habían aprendido también del tiempo: ambas gozaban de una cualidad inmensa, la paciencia. Cuando los resultados no siempre son los esperados la desesperación apremia, más aun cuando las expectativas de quienes las rodean se vuelven epidérmicas. Experimentar la desazón pero aprender de ella y relajarse con el paso de los años es un privilegio que las dos se permitían dar. Ellas tenían en claro que no hay nada suficientemente fatal en la vida facultativa.  

Reflexión de cierre: ¿Es realmente la sabiduría una virtud de UNA MUJER EN FORMACIÓN? Exquisita como el sabor de la experiencia, la sabiduría por si misma es inalcanzable e inacabable, siempre se está en formación, siempre se está aprendiendo. La paciencia y la predisposición revisten de una importancia suprema, ya que palpar en el paso de los años algo más que arrugas y marcas en la piel es necesario y satisfactorio. A la mujer siempre se la coloca en el orden de lo pasional, el raciocinio es exclusivo de los hombres (basta conocer minimamente El Banquete de Platón y encontrar allí “la clave” de una homosexualidad autoinducida); pero para sorpresa de muchos, ellas también están capacitadas para optimizar las experiencias vividas y renovarlas en forma de melodía que alimentan el alma. Si tuviera que pensar en capturar un momento cúlmine para comprender en sonidos lo que la sabiduría despierta en la mujer seguramente invitaría a escuchar o leer Vida de Charles Chaplin, pero más aún recomendaría comenzar a oir nuestro propio interior y la voz que nos susurra suavemente desde un lugar que no es físico, ni material, que los ojos no pueden ver, ni la razón comprender… la fe.