martes, 27 de diciembre de 2011

La inocencia

Si hay algo que vuelve inocente a una mujer en formación, ello es todo lo que la retrotrae a su infancia. Más o menos feliz, los primeros esbozos de su personalidad ocurren en ese momento histórico del que nunca nadie se puede –ni debe- despegar.

Estas mujeres y amigas atravesaron mutuamente sus vidas. Natalia e Inés compartieron la escuela primaria con recurrencia de Romina y Eugenia, partes de otro curso. Todas tenían que ver con todas y, de algún modo, fue en las paredes de esas aulas donde comenzaron a delimitar un presente de amistad. 

Sabrina y Martina se hicieron amigas a fines de sexto grado cuando la segunda llegó de un lugar lejano para instalarse en la ciudad. Mientras que Carolina irrumpió en sus vidas en el primer año del secundario. Por causalidades que serían imposibles de explicar todas terminaron en el mismo espacio áulico durante seis años del nivel medio.

Pensar en muñecas, en cumpleaños, en canciones, en bailes, en primeros besos, primeras salidas… es toda una vida compartida… Y si bien hacer balance a veces no es tan positivo, conservar momentos en la memoria y evaluarlos con el paso del tiempo es maravilloso cuando se trata de ellas.

Crecieron juntas, se animaron a vivir la vida de cada una… de todas. Nada de lo que pueda contar de ellas podría ir separado de la realidad de todas… en fin, se complementan…

Reflexión de cierre: ¿Es realmente la inocencia definida por la infancia un recuerdo de UNA MUJER EN FORMACIÓN? Si de recuerdos se trata la inocencia aúna todo lo que se puede retener en la memoria. Inocente no es la mujer que no hace o se reprime, sino aquella que de todo lo vivido pudo aprender, obtener una conclusión –positiva o negativa- ya que se atrevió a pensarse. La infancia delinea la vida de toda persona; las experiencias más ricas de seguro son las más borrosas en la memoria justamente porque por su antigüedad casi no logramos recordarlas. Pero es ese resabio que queda dando vueltas lo que hace mella lo dado para transformar el devenir de una mujer. Ello la hace sentir viva y en proceso…

domingo, 4 de diciembre de 2011

La apariencia

Si hay algo que desnuda a una mujer en formación, ello es justamente la vestimenta que alimenta su apariencia. Como una cuestión concomitante, la ropa define muchos rasgos de una mujer y estos son los que definen (limitados por el mercado) qué ropa elegirá usar.

Estas amigas se vieron influenciadas por las imposiciones de la moda. Desde pequeñas había ciertas tendencias que seguir –además del gusto atrofiado de alguna madre-. Inés y Eugenia compartían y competían para ver cuál tenía la chulita más al costado y tirante. De más está decir que la que tuviese lentes y aparatos –ortodoncias- era la más copada. 
En la adolescencia fueron privilegias con la figura que portaban y todo les quedaba bello. Inés era más atrevida y usaba los jeans tiro extra bajo con “bandó” que sólo le cubrían sus lolas. Eugenia, en tanto, era la típica niña mimada que estrenaba conjunto para cada cumpleaños de quince; siempre impecable, excepto por el semejante delineado que se hacía en los ojos.

Carolina tuvo y tiene un estilo personal que se amolda a su cuerpo chiquito pero tallado a la perfección. Se le ha llegado a consultar ¿dónde consigue talles SS (SuperSmall) de jeans? A medida que avanzaba en edad facultativa desarrollaba una estética cuidadosamente establecida, principalmente en lo referido a sus uñas y tacos.

Romina fue la que más mutó con el paso del tiempo, pese a que siempre conservó su personalidad en todo lo que portara: hasta camina como modelo. Pasó de los pantalones cargo y remeras de varón a tapados largos hasta los pies –imitando al grupo Ráfaga-, para depositarse en la figura de la que impone la moda en el grupo de estas mujeres en formación. Está en todos los detalles y cada vez que se reunan habrá algo para alabarle.

Natalia siempre fue muy delicada, sobre todo se reflejaba en el criterio para la elección de los colores de la ropa: pasteles, cremita. Tuvo algunos deslices que le costaron años de encarnación de un pantalón rojo o un jean que se compró tres veces consecutivas porque le gustaba el calce. Hubo un período oscuro como las remeras y el delineado de sus ojos: allí se autoflagelaba con algún piercing. También fue la más osada en cuanto a los daños  que recurrentemente provocaba a su cabello –tan liso y sedoso, ideal para publicidad de shampoo o crema de enjuague-.    

Martina acostumbraba a querer llamar la atención. Pasó por diferentes épocas, pero en general recaía en el color negro. Su fetiche es el verde y hoy se atreve a los estampados que tanto la desvelan. Si hubo algo que la “distinguió” eso fue su brazalete de “Saynomore”.

Reflexión de cierre: ¿Es realmente la apariencia por medio de los cambios de vestimenta a lo largo de los años un recuerdo de UNA MUJER EN FORMACIÓN? La ropa define un estilo del que generalmente cada mujer se apropia. Cuando pequeñas todas creen poder imponer una moda, pero en realidad caen en la trampa de una sociedad prefabricada para el consumo repulsivo e impulsivo, cuyo termómetro regulador de la temperatura –fiebre desmedida- es la vestimenta y accesorios. Una de las mayores perdiciones de toda mujer en formación  es todo lo que implique ropa, calzado, accesorios, bla, bla, bla… la desvela y puede llegar a determinar su humor -¿Quién no se encerró en su habitación a llorar o enojó porque no tenía nada para ponerse con un ropero que rebalsaba?-. Por último, es una cuestión puramente femenina: las mujeres se lookean pensando en las demás mujeres. Quien depositará verdaderamente un rosario de criticas, envidias o halagos será una par, porque sólo entre nosotras nos perdemos en detalles (condición innata de las damas y que pretendemos que los hombres posean).