lunes, 18 de octubre de 2010

El estereotipo

Ser la mejor en todo lo que se emprenda. El estereotipo ata, invade, excede… Ser mujer es difícil, pero más aun responder al estereotipo de la mujer ideal.

Inés era por excelencia la que soñaba con el estereotipo impuesto, ya de antaño, a las madres y abuelas de la presente generación de mujeres en formación: ser la esposa, ama de casa, arregla todo, a la que le hagan hijos y, en última instancia, profesional. Orgullosa de su objetivo de vida, sufría desde hace cinco años cuando tuvo que ir a vivir a Córdoba a estudiar y dejar su nido actual y postergar su nido futuro.
En ese mismo estereotipo se sentía comodísima Natalia, aunque ella le sumaba el de la mujer empresaria exitosa. Toda la Cosmopolitan cabía en sus huesos y por ello, tal vez, la compraba todos los meses.

Eugenia luchaba con su realidad que la atropellaba y le demostraba que el estereotipo de “La familia Ingalls” era la mentira mejor vendida de los últimos diez o quince años, cuando dejó de emitirse la serie en la TV de aire.
Desencantada al extremo, intentaba volver a confiar en los hombres como género, como artífices necesarios de aquel estereotipo.

Sabrina había empezado a responder a la imagen de la chica exitosa en todos los ámbitos desde su primer puesto de capitana del equipo de handball o la primera bandera en la escuela primaria. Se empeñaba con tanto esfuerzo en ser la chica10 en todo que perdía de vista sus prioridades, para responder a los estereotipos que otros le imponían. Recién ahora, ya mayor, comenzaba a mentarse a si misma -su fiel reflejo-.

Martina había empezado a romper estereotipos cuando se enojó con su mamá en la Navidad de sus ocho años debido a que le regaló (supuestamente Papá Noel) un juego de té de porcelana en miniatura y ella pretendía un cassette de música ¿Se suponía que era un mensaje subliminal?
Y luego a los diez cuando decidió que sería reportera de guerra. ¿Cómo haría para convertirse en esposaamadecasamadre si soñaba con viajar por el mundo y buscar la verdad en lugares donde reinaba la miseria humana?
Martina sufría con los estereotipos que se le imponían a las mujeres en pleno siglo XXI. No podía lidiar con la imagen que vendían las revistas de moda, probablemente porque ella no encajaba en la figura de Pampita: diosa, con un cuerpo escultural, esposa, madre, con un marido divino. Cada vez que dejaba correr las páginas lo único en lo que lograba fijar la atención era en la ropa o en los zapatos; por lo demás, cómo seguir los 10 tips para ser una chica feroz en la cama, si ella era periodista y sabía que una “looser” igual que ella redactaba esas mentiras.
Pasaba noches en vela sumida en sus pensamientos: sentía terror por no poder concebir a un matrimonio y una familia como prioridad, pero últimamente había conocido a un buen hombre (de esos que ella creía que era imposible que existieran) que tiraba por la borda tantos años de seguridad. Sólo estaba convencida de, inconcientemente, insertarse en otro estereotipo: el de la mujer intelectual, tal vapuleada por los tipos que se jactan de ser intelectuales y que piensan en una chica como objeto de deseo y de dispersión para los ratos en que necesitan “dejar de pensar tanto” porque sus condiciones de superdotadosrazaaria los desgasta.

Reflexión de cierre: ¿Es realmente el estereotipo un estigma de UNA MUJER EN FORMACIÓN? Más que un estigma es una marca con la que se carga desde el nacimiento o desde el momento mismo en que nos hacen los huequitos para colocarnos los aritos.
Hay quienes creen que hoy la mujer está demasiado liberada y que la que se atreve a portar la bandera del género como entidad humana es una “fucking” feminista.
Histórica y empíricamente la mujer ha luchado por un lugar en una sociedad meramente patriarcal y posee una fortaleza innata que les permite enfrentar los peores padecimientos físicos para dar vida, por ejemplo; ser el sostén de una familia, la sonrisa feliz que prepara cada mañana el desayuno o tiende las camas, friega platos, baños y pisos; la jefa o directora más amable y firme; y un infinito etcétera. Pero, también, es la que tiene la última palabra, la que posee la capacidad de tomar las decisiones realmente importantes, la que ante toda adversidad se enfrenta con el poder del cariño y la dulzura. La que da vida y se impone ante cualquier estereotipo al que se la intente sujetar, simplemente porque es la materialización de sus propios deseos.      
  

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