martes, 12 de octubre de 2010

El autoretrato

Concebirse… esa es la clave. Cada mujer posee su propio espejo, ese interno que refleja lo que cada una es –más allá de lo que desee o no ser-.

Eugenia se pensaba a sí misma como una empleada de supermercado o lo que fuera, pero con la persona que amara al lado. El único inconveniente era que, en su caso, lo que se había roto no era su espejo interno, sino las dos neuronas que le flotaban en la cabeza a su (ahora) ex. Claro está, de hecho, que mantenía su concepción y que un cambio rotundo en su vida le estaba reflejando que lo importante es lo que uno desea, no con quien.

Martina padecía el síndrome del espejo enfermo: todo comenzó cuando a los nueve años notó que a diferencia del resto de las mortales ya no podía vestir la remera blanca con la impunidad que caracteriza a las niñas; pues sí, le estaban creciendo las lolas y sus problemas de autoestima. El punto detonante fue a los diez cuando se convirtió en el hazmerreir de dos compañeritas “top” por el pantalón con pata de elefante que su mamá, con toda la buena intención, le había hecho comprar. Pero como siempre existe la justicia, mientras Martina podía llenar sus primeros corpiños, Jimena* (una de las “top”) se colocaba medias.
Su imagen de sí misma fue siempre deplorable y a medida que pasaban los años empeoraba. Ello repercutía en todo lo que emprendía en la vida: se obsesionaba con el estudio al igual que con la comida; salía únicamente a las reuniones donde el motivo de encuentro no fuera la comida; sonreía con la cara tapada para que no se le notarán los “cachetones”; pensaba en una cita sólo de noche para que ningún tipo le viera su rostro de día. De más está plasmar, entonces, cuál era su percepción de un noviazgo o una pareja si con su actitud imitaba a un vampiro: jamás pararse frente a un hombre con la luz del sol de testigo. Por ende nunca ir a pasear a un parque, plaza, comer un helado, almorzar, vacaciones juntos, bla, bla, bla.

Inés se asemejaba, pero su espejo interno se estaba curando desde hace ya varios años gracias a sunovioesposo. Pese a ello, sus inseguridades muchas veces la llevaban a ser intensamente celosa, al punto de que durante los primero meses de noviazgo temía que su hermana estuviera dentro de las próximas presas a cazar de su chico. 

Romina era la más segura de sí misma, con una autoestima envidiable, le importaban bastante poco los estereotipos. Si bien había cuestiones (como la facultad) que la aquejaban, siempre relativizaba los problemas porque no había nada demasiado importante que estuviera a la altura de una preocupación. Dueña de la palabra justa en el momento justo, Romina cargaba con el peso de la imagen que los demás tenían de ella: desde el secundario la mentaron como psicóloga porque sabía escuchar a los demás y así debía ser.

Natalia no se preocupaba demasiado por los espejos internos, ni externos pero siempre tenía presente los consejos de su madre, aunque se riera de estos. Pero, como todas, había tenido una época oscura tanto como la base o la sombra negra que se colocaba, aparentando haber tomado sol en junio (la delataban los dedos marcados en su cuello de la amiga que la maquillaba).

Reflexión de cierre: ¿Es realmente el autoretrato un estigma de UNA MUJER EN FORMACIÓN? Tal vez el más importante. La concepción que cada mujer tiene de sí misma es EL elemento fundamental para desenvolverse en todos los ámbitos de la vida. Sentirse segura es lo que le permite huir de los estigmas, posicionarse como lo que cada una es y proyectarse como lo que desea ser.
Todas son la materialización y el espíritu de su propia concepción.
Cada mujer es hacedora de sus propias conjugaciones verbales: el pasado las marca y les enseña sus errores y aciertos; el presente les da la oportunidad -en vivo y en directo- de ser, de tener una entidad propia; y el futuro será todo aquello que únicamente ellas decidan, por eso es iluso atribuir al destino lo que cada una crea con su predisposición.  

*Este personaje no responde a las cuestiones de formato prestablecidas de este espacio virtual por su irrelevancia. Definitivamente el viento las amontona: en la actualidad Jimena es amiga de Ariana.
 

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