miércoles, 2 de noviembre de 2011

La enseñanza

Si hay algo que condiciona a una mujer en formación es su pasado. En  eso, la escuela es una de las instituciones donde emprende el trayecto de crecer.

A estas mujeres en formación el azar les jugó una gran pasada: cayeron todas en el mismo espacio áulico en primer año del secundario. Y es que, más allá de los procesos cognitivos, lo que realmente les dejó la escuela para toda la vida fue un grupo de amigas.

Carolina provenía de otro colegio y tardó varios años –a costas de otros cuasi grupos de amigas- en integrarse plenamente. Por su carácter era muy apreciada por todos, en ese momento, no tenía maldad… el tiempo la hizo desarrollar un ímpetu respetable.

Eugenia pasó gran parte de su vida en una caja de cristal –en bobolandía- con unas compañeras que se distinguían por peleas constantes por pantalones (envezdepolleras), celos, envidia y falsedad… aunque hay que reconocerles que nadie manejaba los pasos coreográficos en las fiestas de quince como ellas. Siempre había tenido un lazo particular con Martina que la arrastró y hasta llegó a darle de comer en la boca –literalmente-.

Natalia e Inés contaban con la ventaja de haber sido amigas y compañeras desde muy pequeñitas. Eran benditas entre todo un curso de varones y otros especímenes –según su imaginario: ellas les encontraban “materia fecal” a sus compañeras en las mochilas, cuando en realidad eran medialunas podridas-. Constituían un par bastante peculiar y siempre era preferible tenerlas de amigas. 

Romina iba al curso con Eugenia y eran “las de la mañana” junto a Natalia e Inés; mientras que Sabrina y Martina se conocieron en el último año de la primaria cuando Martina llegó de un lugar lejano. Sabrina fue siempre la niña diez que tenía el respeto de todos y exitosa en los deportes; muy compinche con Vanina que luego se fue mudando por varias ciudades hasta casi perder contacto.

Martina padeció bastante la integración a la nueva escuela. Venía de otra realidad –probablemente más inocente y conservadora- y adaptarse, en una etapa tan cruel para los niños, le costó varios gritos. Logró hacerse respetar por su carácter fuerte, pero le resultaba difícil reaccionar al paso del tiempo: de golpe tuvo que reaccionar de que ya no estaba jugando en el árbol del parque de su amada ciudad de origen y que ahora la “moda” eran los asaltos/mattine de varones y mujeres juntos a la noche.

Por lo demás, la escuela era lo de menos… llegaron a disfrutar del último periodo fértil de la institución antes de su debacle. Un grupo docente envidiable que se encontraba en los momentos finales de su carrera y que les daría todo el amor y cansancio de tantos años de academia. La última sorpresa grata se la llevarían años después cuando ganaron las elecciones para ser centro de estudiantes…

Reflexión de cierre: ¿Es realmente la enseñanza de la escuela un recuerdo de UNA MUJER EN FORMACIÓN? La escuela es un espacio de contención y aglomeración, de depósito de conocimientos en los cerebros de los alumnos… pero más aun, un lugar de construcción simbólicas de la amistad. Uno de los primeros sitios donde una mujer en formación debe toparse con gente si o si y aprender a compartir, a deslindar responsabilidades, a luchar por lo que realmente se quiere –típicas discusiones de púber-. Ellas lograron algo que muy pocos grupos consiguen: sobrevivir al paso del tiempo y a la contención del espacio –escuela- para forjar un grupo de amigos tangible y entrañable acompañadas siempre de sus hombres –compañerosamigos- de toda la vida.

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