domingo, 25 de septiembre de 2011

La perspectiva

Si algo delinea el futuro de una niña son las experiencias de sus vínculos más cercanos. Todo lo que consume en sus primeros años de vida la envuelven en una nube de “lo real” que la persigue o la llena de honores, si se concreta ese ideal.

Algunas veces están talladas a mano por sus padres, otras son ellas mismas las que necesitan volverse a imagen y semejanza de ellos, o de algún referente. La infancia es la etapa de las idealizaciones y sentirse realizada, en ese momento histórico, tal vez sólo signifique robarle los tacos a mamá para calzar en su femeneidad.

Sabrina fue víctima de su propio dibujo. Una marca de medicamentos para niños solía lanzar concursos cuya propuesta era dibujar quéqueréssercuandoseasgrande y muchos caímos en esa trampa. Ella dibujó una profesión que tenía en mente con seis o siete años; esa expresión artística la persiguió hasta hace poco tiempo, colgada en la puerta de su habitación.
Pero sí hubo algo en lo que siempre se destacó fue en los deportes y se desempeñaba como líder de todos los equipos que conformaba. Además, era bien rápida para los números –nadaescasualenestavida-. Y el mismo juego de habilidades con los números practicaba Natalia; sobresalía por su inteligencia y agilidad con las matemáticas, y sus tardes pasaban entre negocios que ella improvisaba, de los que era la contadora, la propietaria y cajera.

Romina se dedicaba al arte: pintaba y tocaba la guitarra. Si bien no construyó su futuro en base a ello, si le despertó una sensibilidad especial que se tradujo en la capacidad para tratar con las personas. Inés también estudió guitarra durante muchísimos años y aunque no le fue muy útil también le ayudó a crear criterios estéticos y aplicarlos a madera balsa, pegamentos, cartón, etc.

Carolina y Eugenia no demostraban un perfil muy definido durante su infancia, pero ambas contaban con algo particular, esencial para su profesión: el carácter. Con un temple admirable, son capaces de encenderse ante el más pequeño resto de fuego, por lo que será imposible que las pasen por encima en una profesión de la que los hombres creen haberse adueñado.

Martina experimentó dos situaciones reveladoras: cuando a los ocho años leyó “Reportajes supersónicos” –descubrió su pasión por la lectura y comenzó a concebirse como reportera de guerra- y cuando eligieron su poema para ser leído en el acto de finalización de la primaria –esa fue la afirmación de uno de sus deseos de autorealización más grandes: la escritura-.

Reflexión de cierre: ¿Es realmente la perspectiva hacia una profesión un recuerdo de UNA MUJER EN FORMACIÓN? Rememorar todos los deseos cuando niñas, le permite a la mujer hacer una autoevaluación. Anhelar un futuro es maravilloso y la hace sentir viva.
Pero hay un detalle: no todas las mujeres tienen la necesidad o posibilidad de concebirse profesionales o trabajadoras; aunque de lo que no podrán huir es del estigma social –aun en plena posmodernidad- de ser amas de casa. Un cuasi mandato para toda mujer que se jacte de tal; y es que más allá de las horas que trabajes fuera, de las obligaciones que tengas y de los niños que decidas criar, siempre habrá una escoba y una plancha esperándote.   
Más allá de todas estas cuestiones, tener la posibilidad –realidad bastante occidental- de pensarse a si misma desempeñando un rol preponderante en la sociedad, le da a la mujer un aire de libertad que refresca su imaginación.
  

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