domingo, 12 de septiembre de 2010

La estupidez

Martina y Natalia creían haber asistido a la humanización de la estupidez cursando con Ariana*, una compañera de la secundaria que se sentaba en los bancos de una escuela de monjas con su uniforme corto (extremadamente corto) sin notar que sus amiguitos varones fotografiaban la única gracia que tenía (su culo).
Le habían hecho sentir lo que es el infierno de una mujer despechada (le quitó un noviecito a Martina) hasta que la madre de Ariana, maestra de la escuela, las llamó para interceder por la inmaculada de su hija, una estúpida que le daba significado a cada una de las letras que conformaban ese adjetivo.

De todos modos, Martina descubrió que estaba muy equivocada, que los casos extremos de estupidez son una patología congénita del sexo femenino. Así, realizó un hallazgo que la volvía aun más tonta: las dos categorías de MUJERES ESTÚPIDAS.
-La mujer estúpida comprometida es aquella que trata de autoconvencerse de que su novio se quedó sin batería o sin señal dentro de un bar, un sábado a la madrugada. El caso paradigmático es el de la que acepta recibir un mensaje cliché al estilo “gordi estaba dando vueltas y justo pase al frente de… (bar xxxxxxx) y me quedo un ratito. Te amo.”
-La mujer estúpida soltera es aquella que traslada sus traumas de parejas anteriores a las venideras. Es capaz de estropear todo en cuestión de segundos, simplemente porque no logra entender que si comenzó “una relación” con un tipo que le dice: “nos vemos cuando tenga tiempo, me lo voy a hacer en algún momento, lo prometo”, le cree. Para empeorar el cuadro nunca llega a captar la idea de fondo losúnicostiemposqueimportan/importaránsiempresonlosdeél.

Eugenia y Martina eran “los estereotipos”, habían rozado la estupidez crónica muchas veces. Hoy se encontraban haciéndose compañía ante dejadas inminentes. Se habían vuelto una pareja hecha y derecha. Se odiaban mutuamente por sus aptitudes frente a la vida: tenían la increíble capacidad de variar sus estados anímicos de acuerdo al momento del día que atravesaban y esa simbiosis les destrozaba en miles de pedacitos sus autoestimas… Al menos se consolaban mutuamente. En el fondo estaban creciendo e intentaban ser felices.

Las demás amaban jugar al gallito ciego; todas las mujeres pueden entronar a un tipo y bajarlo de un ondazo (Importante: lograr lo segundo en el instante preciso). A Natalia eso le costaba bastante pero, después de varios intentos fallidos, alguna vez lo pondrá en práctica.

Reflexión de cierre: ¿Es realmente la estupidez un estigma de UNA MUJER EN FORMACIÓN? Honestamente, la vida de una chica siempre es sacrificada. No vamos a caer en lugares escatológicos relacionados con sangre, partos y la larga lista de suplicios físicos a los que la naturaleza la somete. Presa de una sociedad patriarcal, se vuelve complejo hallar un lugar de preponderancia y, en esa búsqueda, hacer el papel de estúpida muchas veces es un atajo; otras sencillamente un salto en caída libre.

*Este personaje no responde a las cuestiones de formato prestablecidas de este espacio virtual por su irrelevancia.

1 comentario:

  1. Si lo es, es la alimentacion de la autoestima, de todo lo que esta dicho, o al alcance de nuestros ojos y lo tapamos con un.. bueno, es lo que debia hacer, yo se que va a cambiar...un autoconvencimiento impecable del que todas somos presas...

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