miércoles, 13 de abril de 2011

La fortaleza


Extraña dicotomía se plantea con respecto a la fortaleza, o la fuerza en sí misma… Por una cuestión de constitución física, las mujeres eternamente fueron tildadas de frágiles. Sin embargo, el sexo débil se le atribuye al hombre; aunque en seguida nos regresen el favor, porque si el es débil es porque la mujer lo provoca. 

Todo en la vida de una mujer significa pujar: para que te contraten porque al cargar con el estima del género probablemente contraten antes a un hombre, que a vos por la licencia de maternidad paga (resígnate siempre vas a dar perdidas); para ser madre tenés que pujar y ajarte del dolor; para que se obedezcan tus derechos; para evitar que te golpeen o maltraten; para ser la madre ejemplar; para ser la ama de casa más eficaz; para que te respeten sin más…  

Si se concibe la fortaleza como la defensa natural que tiene algo o alguien por su calidad de entidad misma, Eugenia y Sabrina sin dudas representaban el paradigma, el ejemplo más claro de esta virtud.

Sabrina venía buscando su lugar en el mundo desde hacía mucho tiempo, actividad netamente inconsciente. Hasta que un tiempo de confusión y decepción de sí misma la hizo hallarlo a la fuerza. Bien digo, a la fuerza, ya que tuvo la capacidad de mover todos aquellos obstáculos que no le permitían encontrarse consigo misma, que le prefabricaban los deseos y aspiraciones. Hoy se inmiscuía en un nuevo proceso de aprendizaje que incluía independencia de pensamiento y económica.  

Eugenia había entendido a la fuerza que debía convertir su fortaleza en una virtud para salir a un mundo que le resultaba ajeno… es que era más cómoda la caja de cristal en la que la habían colocado durante tantos años, que cuando esos otros mismos se encargaron de partirla en mil pedazos, tuvo que erguirse y caminar sobre los cristales rotos. Con un dolor, que no era físico por pisarlos descalza, sino del alma por intentar reconstruir su vida con los pedacitos más grandes y concluir que era en vano. Renacer luego del dolor era duro, pero era su primer signo de crecimiento y cuán maravillosamente grande estaba ahora…

Inés tenía una fuerza física muy notable y ganaba todas las pulseadas. Se distinguía por su perseverancia y hoy disfrutaba de estar al borde de convertirse en una profesional. Mientras que Romina se hallaba en medio de un tiempo de trance. La partida de un familiar querido al exterior la posicionaba en el incomodo lugar justo entre la felicidad por ver el deseo cumplido de ese otro y el sufrimiento de la perdida –aunque momentánea-. Tenía la fortaleza del temple en situaciones complejas y enfrentaba con mucha entereza la situación.   
  
Reflexión de cierre: ¿Es realmente la fortaleza una virtud de UNA MUJER EN FORMACIÓN? Es una gran virtud, pero a la vez es un medio o un modo de desenvolverse en esta vida. La fuerza es una respuesta a la resistencia, a algo que se resiste y a la vez implica resistir. Una de las palabras con mayor cantidad de connotaciones, la fortaleza es lo que distingue a la mujer, a la luchadora. Y ello ocurre de ese modo porque fue esta sociedad patriarcal la que posicionó, a lo largo de la historia, a la mujer como débil en cuanto al físico y al ingenio –no es necesario indagar tanto, sólo basta leer el Antiguo Testamento y comprender que es la responsable del pecado original en “larazahumana”-. Así, fueron los mismos hombres los que con su desprecio cuasi congénito concibieron al “monstruo” que pretenden opacar. Nada más corrosivo e inflamable que la subestimación.        

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